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Medicina alternativa es toda práctica que afirma tener los efectos sanadores de la medicina, pero que no está apoyada por pruebas obtenidas mediante el método científico y apelan a la pseudociencia,[1] por lo que su efectividad no ha sido probada más allá del ocasional efecto placebo.[2][3][4] Este tipo de tratamientos carece de verosimilitud biológica, no tiene pruebas que los respalden, tiene argumentos imposibles de probar o se ha demostrado que son ineficaces. La medicina alternativa consiste en un amplio rango de prácticas, productos y «terapias».[3] En esta denominación se incluyen prácticas pseudomédicas nuevas y tradicionales como homeopatía, naturopatía, quiropraxia, curación energética, ozonoterapia, radiestesia, acupuntura, medicina tradicional china, medicina ayurvédica, curación por la fe, junto a otros tratamientos que no son parte de la medicina científica.[5][6][7][8]
La medicina complementaria es medicina alternativa empleada junto a la medicina basada en hechos bajo la creencia, no probada por métodos científicos, que "complementa" el tratamiento.[n 1][1][10][11] MAC (o CAM en inglés) es la abreviación para medicina alternativa y complementaria.[12][13] La medicina integrativa es la combinación de prácticas y métodos de la medicina alternativa con la medicina científica.[14]
Gran parte del efecto percibido de una práctica alternativa surge de la creencia de que será eficaz (el efecto placebo), o de que la afección tratada se resolverá por sí sola (el curso natural de la enfermedad). Esto se agrava aún más por la tendencia a recurrir a las terapias alternativas cuando falla la medicina, momento en el que la afección estará en su peor momento y es más probable que mejore espontáneamente. En ausencia de este sesgo, especialmente en el caso de enfermedades que no se espera que mejoren por sí mismas, como el cáncer o la infección por el VIH, múltiples estudios han mostrado resultados significativamente peores si los pacientes recurren a terapias alternativas. Aunque esto puede deberse a que estos pacientes evitan un tratamiento eficaz, algunas terapias alternativas son activamente perjudiciales o interfieren activamente con los tratamientos eficaces.
Aunque la idea popular es que estas técnicas son más inocuas que las de la medicina convencional, su uso representa diversos riesgos para la salud, como la ingestión de sustancias que pueden originar efectos no deseados, interacciones e incluso toxicidad. Algunas manipulaciones sobre el cuerpo pueden causar lesiones, por ejemplo, daños renales y hepáticos producidos por productos vendidos como nutrimentales naturales.[15] Además, el usar terapias no efectivas puede producir un retraso en empezar el tratamiento adecuado o su abandono.[16] Un ejemplo son los movimientos antivacunas, que en diciembre de 2014 provocaron el inicio de un virulento brote de sarampión en Disneylandia (Estados Unidos) y la muerte de un niño enfermo de difteria en Cataluña (España), en junio de 2015.[17][18][19][20]
Los diagnósticos y tratamientos de la medicina alternativa no son incluidos usualmente en las licenciaturas de las facultades de Medicina ni usados en la práctica médica, pues en lugar de ello se utilizan tratamientos cuya eficacia y seguridad han sido probadas científicamente. Las terapias alternativas carecen de validez científica y sus afirmaciones no han sido demostradas o se han demostrado erradas.[21][22][23] La medicina alternativa usualmente se basa en la religión, la tradición, la superstición, la creencia en energías sobrenaturales, pseudociencia, errores de razonamiento, propaganda o fraude.[21][24][25] La regulación y autorización de la medicina alternativa y sus practicantes varían de país en país y de estado en estado. No existe una regulación global en ningún país occidental, si bien algunos han regulado aspectos parciales. Actualmente, muy distintos tipos de personas actúan en el ámbito de las terapias alternativas, con diferentes niveles de formación, de las cuales un importante número no son médicos, ni poseen ningún tipo de titulación oficial en ciencias de la salud.[16]
La comunidad científica ha criticado a la medicina alternativa de basarse en afirmaciones engañosas, quackery, pseudociencia, anticiencia, fraude o una metodología científica defectuosa. Se ha advertido que promover la medicina alternativa es peligroso y no ético. La experimentación, cuando la hay, en la medicina alternativa es considerada como un desperdicio de los recursos dedicados a la investigación médica. Incluso se ha criticado la terminología empleada, pues "realmente no existe tal cosa como medicina alternativa, solo hay medicina que funciona y medicina que no" o "¿Puede existir alguna 'alternativa' razonable [a la medicina basada en hechos]?".[26] Una revisión de su literatura revela que está repleta de prácticas pseudocientíficas, ineficaces, poco éticas y potencialmente peligrosas, algunas contradictorias entre sí, sin ninguna base real y que incluso contradicen los conocimientos científicos actuales.[27][28][29]